viernes, 8 de septiembre de 2017

A PREPARARSE QUE LA MAREA SUBIRÁ OTRA VEZ


Democracia con hambre no dura. Fue la explicación acertada que se dio a la simpatía que despertó en el pueblo la rebelión militar del 4F-92. Efectivamente, por el malestar general y no tanto por el hambre incipiente, causado por el ajuste económico y la crisis financiera, la democracia duró sólo 7 años desde aquel día.
¿Porqué ahora, cuando hambruna y desamparo en salud se han unido en una pavorosa crisis humanitaria, no se ha producido una rebelión civil, militar o cívico-militar, que cualquiera de ellas contaría con amplísimo apoyo popular? Sólo hay una explicación: el colaboracionismo de la MUD que no es oposición pero ocupa su espacio. Su papel ha sido impedir la rebelión, sea civil, militar o cívico-militar, encauzando el descontento hacia la imposible salida electoral. Lo dijo uno de sus jerarcas: “Maduro debería agradecernos que le hayamos evitado el estallido social”. Lo han hecho otra vez desviando las protestas de cuatro meses hacia la nada, que son las elecciones regionales. Es la nada porque nada tiene que ver con la crisis humanitaria. Nada tiene que ver con la hambruna. Nada tiene que ver con la muerte por mengua debida a la falta de atención médica y de medicamentos. Nada tiene que ver con el desempleo. Nada tiene que ver con la inseguridad extrema que es un azote. Nada tiene que ver con el futuro de los jóvenes. Nada tiene que ver con la hiperinflación. Nada tiene que ver con el pan nuestro de cada día.
Lo he dicho repetidas veces: están dadas todas las condiciones objetivas, según los manuales de estrategia política y la enseñanza de la historia universal y nacional, para la rebelión popular en cualquiera de sus modalidades: militar con apoyo civil (18 de octubre de 1945), estrictamente militar con simpatía civil (4 de febrero de 1962) y cívico-militar (23 de enero de 1958). Pero la ha impedido la MUD, creada con este fin. Recordemos que la MUD fue creada después de la rebelión cívico-militar de 2002 (11-13 de abril) y luego que el pueblo siguió en estado de rebelión efectuando el mayor acto de desobediencia civil de nuestra historia contemporánea (abstención masiva y militante en las elecciones parlamentarias de 2005). Precisamente la MUD apareció para impedir que el estado de rebelión continuara. A tal fin inventaron la candidatura de Rosales en 2006, asegurando su victoria, para crear la ilusión falsa de una salida electoral.
Convencida la gente, después de 11 años de engaños, que no hay salida electoral a esta situación de crisis humanitaria, tomó la calle espontáneamente. Entonces la MUD, que había rechazado la calle durante años alegando que podía haber sangre, se apropió del movimiento de masas como si ella lo hubiera convocado desde el inicio. Hizo como el surfista experto: tomó su tabla y fue surfeando el oleaje del descontento popular luciéndose con sus maniobras. Pero no era para conducirlo a la victoria, sino para desnaturalizarlo. Transcurridos cuatro meses de protestas, llegó el momento de las definiciones. Y en ese momento preciso se quitó la máscara rebelde y quedó desnudo otra vez su colaboracionismo con su anuncio de participación en las elecciones de gobernadores. Con este anuncio enfrió la calle, estabilizando por ahora a la narcotiranía. Quedó en evidencia que la MUD se infiltró en las protestas para impedir la rebelión. Pero al hacerlo perdió su encanto para el engaño.
Estamos actualmente en esa etapa de decepción que los viejos estrategas políticos llaman “reflujo”, semejante a la bajamar que produce la luna. Pero así como la marea cambia en cuestión de días, también sucede en la política cuando están dadas condiciones como colapso de la economía, crisis humanitaria y malestar general. No se desesperen, estimados lectores.  La marea subirá otra vez. Preparémonos para aprovecharla sin surfistas.

TRANSICIÓN 6                                   08-09-17




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